miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Compra

Antes de comenzar, he descubierto que no soy la única en el mundo con pensamientos tontos, jajajaja.


Como para el resto de aspectos de mi vida, para hacer la compra también soy anárquica. Yo no tengo ningún método, ni sigo un orden cuando estoy en el supermercado.

Yo pululo por la superficie.

Cuando entro me lo propongo firmemente. Es como si pretendiese hacer un ritual. Pienso: "¿Tengo las bolsas? Sí; ¿tengo moneda para el carrito? Sí; Vale, ya puedo empezar, primero lo grande para asentarlo en el carro."

Pero eso es sólo un propósito, cargo la leche y el aceite y empieza el caos.

Cuando paso por los congelados y meto algo en el carro, pienso: "debería dejarlo para el final, no se vaya a descongelar..., pero... bueno... no voy a tardar tanto; los huevos... debería ser al final del todo, no se vayan a cascar con algo que ponga encima... bueno, no importa, ¿el pan de molde? dónde no se espachurre... ¡jodo!¡ Acabo de poner una caja de galletas encima!"

La última vez, la bolsa grande, la bolsa térmica especial para congelados y la mini-bolsa estúpida no han sido suficientes. He tenido que meter cosillas sueltas en el carro, además del aceite y la leche. Colocando cosas en las bolsas soy de lo mejorcito, pero... no ha sido suficiente, no cabía todo.

Compré tantos lácteos como si tuviera una piara de hijos. Eso, entre otras muchas cosas. Menos mal que las fechas de caducidad de los lácteos sólo son orientativas, o al menos eso dice todo el mundo. Incluso he oído decir que si la tapa no se ha abombado, siguen estando buenos. Aunque también sé, por experiencia propia, que algunos yogures, sin tener la tapa abombada, incluso sin estar caducados, no son aparentemente comestibles.

Sinceramente, a mí no me molesta ir al super, sólo cuando estoy muy cansada, o cuando hay mucha gente, o cuando se me ha olvidado la lista, o cuando no la he hecho, pero... en terminos generales, no me molesta hacerlo.

Si voy sola, que no siempre es así, me da tiempo a pensar; aunque sólo sea a planificar qué es lo que voy a cocinar durante la semana. No para ponerlo en este blog, sino para tener algo que comer en casa. Sí, sí, lo sé, lo correcto sería primero pensar qué voy a cocinar y luego hacer la compra, pero soy yo... ¿recordáis? Me sé la teoría, pero soy incapaz de aplicarla.

La cuestión es que en mi casa se come como en un restaurante y no porque yo cocine muy bien, que haciendo un derroche de modestia diré que es cierto. El motivo es que mi niño pequeño es alérgico al huevo, mi costillo y mi niño grande comen casi de todo, salvo mucho pescado y muchas verduras si no están transformadas en puré o salsa. Y yo estoy eternamente castigada.

Además, si es verano, no apetece comer cocido, ni patatas con costilla ni nada que se meta en la olla y se hace mientras tú te dedicas a otras cosas, ya sean lentejas, garbanzos o patatas.

Así que en verano me tengo que estrujar las meninges y cocinar arroces, fideuás, ensaladillas desprovistas de verduras y hortalizas... o simplemente cosas que son tradicionalmente segundos platos, hacerlos consistentes y que así sirvan de primero y segundo. Sin olvidar las muy socorridas pastas, claro está.

Pero sigamos con la compra. Lleno el carro hasta los topes y me dirijo a las cajas. Todos buscamos la cola más corta, aunque igual que cuando vamos en coche, las colas cortas son las que más tardan. Seguramente al cliente que está antes que tú se le habrá olvidado pesar un melón, o unos dulces, o se le ha roto un paquete de azúcar, o mil posibilidades que tienen siempre el mismo resultado. "Señorita Jennifer, acuda a caja 2." "Responsable de frutería acuda a caja 2."

En mi opinión, no deberían decirlo así, deberían decir: "a ver, que a otro gilipollas se le ha olvidado pesar la fruta, que venga alguien a solucionarlo que tengo una cola que ni Dña. Manolita en campaña Navideña."

¡Joder! Que todos sabemos que hay que pesar las cosas, que bien que sostienen en vilo la bolsitas sobre la báscula para engañar, digamoslo así.

Otras veces te llega la típica señora mayor con su cartoncito de leche, o su kilito de arroz, que te dice: "¿te importa que pase? Sólo llevo esto." Pues no, señora, no me importa que pase, pero... lo que yo digo es, ¿por qué tenemos que ponerle una alfombra roja a esta señora y que pase la primera y no me la ponen a mí que llevo el carro hasta los topes y me voy a fundir 150€urazos? Vamos, que si yo fuera el dueño de una cadena de supermercados a todo aquel que llevase el carro hasta la bandera le haría un homenaje tipo a que todas las cajas se encendiesen con un derroche de lucecitas y sonido y mientras los cajeros le hiciesen la ola en vez de ponerte una mala cara del copón como pensando: "¡jodo! ¡pedazo carro! Verás lo que va a tardar ésta." Y entonces empiezan a pasar tu compra por la caja cada vez más rápido. Oye, que yo alguna vez he pensado: "que le pongan a la caja un chute de algo que está fibrilando", "carga las palas a 120 y echúfaselas al sensor en el "corazón." "¡Se nos va! ¡Se nos va!" "¡Masaje cardiaco!"

El último día que he ido a comprar, además de tener que sufrir a la señora del kilito de arroz, que yo creo que hace vereda del super a su casa para no hacer cola, he sufrido a una tipa de esas que siempre había pensado que no comen. Son altas, guapas, tienen tiempo de peinarse y maquillarse todas las mañanas, trabajan, tienen mascotas y a las ocho de la tarde están tan estupendas y radiantes como a las ocho de la mañana.

Ella, la perfecta, ha entrado a la vez que yo en el supemercado, ha hecho la compra en el mismo tiempo que yo y ha bajado al parking conmigo en el ascensor.

¡Lo juro! Tenía el maquillaje como recién aplicado. Ni una grieta, las pestañas perfectas, hasta los labios estaban como recién pintados. Lo dicho, no come, aunque quizá sea señal de que tampoco besa, mmmmmmmm ... ¡no lo siento por ella! ¡que se joda!

En fin, que al llegar al parking, he visto un precioso Audi A4, negro, nuevo, mega-limpio, y justo he pensado:"como se monte en el Audi me jode el día"

Pues sí, me lo ha jodido, pero no, no se ha montado en el Audi, se ha subido a un Mercedes biplaza, gris metalizado y super-mega-deportivo de la muerte. ¡Qué assco! Y yo con mi mono-volumen funcional en el que he tenido que apretujar la compra junto a la silla del niño (que es McClaren, eso sí) una moto sin ruedas y tres balones de fútbol.

Debería haber apuntado el día y la hora que era para no volver a cruzarmela.

martes, 13 de diciembre de 2011

NO SE LO DESEO NI A MI PEOR ENEMIGO



Puede que el título de la entrada de hoy os dé pie a pensar que estoy sufriendo mucho. Pues no, bueno, no negaré que siendo como yo soy, esto de depender de alguien hasta para que te ponga los calcetines es una putada. Pero, cuando quien me pone los calcetines es mi compañero, mi mejor amigo, mi marido... pues no es tan humillante. Es más una muestra de amor, gracias cariño, te quiero.

En fin, a lo que iba. No entiendo la frase del título.

Hace unos días sufrí el dolor de cabeza más horroroso de mi vida, acompañado de nauseas, vómitos y una llorera incesante. Cuando intentaba explicar cómo me sentía no encontraba las palabras.

Esa frase venía a mi cabeza una y otra vez.

Habría sido algo así: "Tengo un dolor de cabeza que no se lo deseo ni a mi peor enemigo." Pero... ¡¿Cómo se puede ser tan gilipollas?!

En el supuesto caso de que yo tuviese un peor enemigo, SÍ que le desearía ese dolor de cabeza. Porque... ¿Para qué están los peores enemigos entonces? ¿Para odiarles a muerte y al final ser idiota y no desearle el peor de tus males?

Lo malo, en cierto modo, es que yo no tengo un "peor enemigo", ni siquiera un "enemigo" a secas. Creo que tengo amigos, conocidos, viejos amigos que pasaron a ser conocidos, conocidos que fueron amigos y por las cosas de la vida dejaron de serlo... no voy a seguir rizando el rizo, que me pierdo y las combinaciones son muchas. Combinaciones de x elementos tomados de y en y, jajajaja tonterías de las que se acuerda una.

"Los amigos se eligen, la familia te toca." No recuerdo bien quien lo dijo, pero es una gran verdad.

Yo elijo a mis amigos y realmente no son muchos, o sí.

Podría distinguir entre dos grupos de amigos, simplificándolo mucho.

Los amigos íntimos. Da igual si les ves a diario o tardas meses en conicidir. Son aquellos con quien no tienes reparos en llorar o reir según se tercie. Aquellos que pase el tiempo que pase, siempre recuerdas cuando hablas de amigos.

Luego están los amigos, que éstos sí puedo decir que son muchos. Esas personas que te agradan y, por lo general, tú les agradas a ellos. Les aprecias, aunque no les quieres como a los íntimos.

Yo reconozco que me encanta compartir unas risas con mis amigos, aunque sólo a los más allegados les permitiría verme en mis peores momentos.

A lo mejor fue una casualidad, pero ese viernes que creía que era el peor día de mi vida, allí estaba un amigo, de los íntimos, para ayudarme a entrar en mi casa, con mi mala cara, ojeras y cargando con mi torpeza en todo su esplendor. Casualidad o no, allí estaba para arrancarme una sonrisa cuando peor me sentía como sólo él sabe.

"La familia te toca." Pues sí, esa es otra gran verdad. Aunque a veces tenemos suerte.

No me quejaré de mi familia, ni de la política ni de la de sangre. Y no os equivoquéis, no somos la Tribu de los Brady. Por dios, no! No quisiera serlo tampoco. Discutimos, tenemos ideas diferentes de las cosas, de la manera de hacer nuestro día a día, pero ahí estamos siempre cuando hace falta. Ahí están ahora que les necesito, incluso ahí están cuando tienen que llevarme la contraria para enseñarme los distintos modos de ver la vida. Ahí estáis cuando quiero un abrazo o simplemente tomar un café. No sólo para las cosas malas. Para compartir alegrías también.

Besos a todos, a la familia, a los amigos, a todos, incluso a los conocidos, porque en algún momento hubo algo que nos hizo coincidir.