miércoles, 26 de enero de 2011

SILENCIO









Guardo silencio para no publicar algo que escribí con mucho ímpetu, mucho corazón y mucha rabia contenida. Hasta que se me pase y lo borre de las entradas no editadas.

lunes, 24 de enero de 2011

Estrellitas

Odio discutir con la gente. Me violenta. Si esto sucede en la calle más aún. En general, no me gusta que me miren, en una situación así, no es que no me guste que me miren, es que me siento avergonzada.
Hoy, de manera excepcional, he llevado a mis hijos al colegio y a la guarde. No suelo hacerlo por nuestra incompatibilidad de horarios. Para mí, es una situación agradable, me gusta, y a ellos "les hace sentir que es domingo", un día especial. Hoy me lo han jodido. Mi día especial, mi domingo en lunes me lo ha estropeado un listo.
Os pondré en antecedentes. El sábado pasado mi hijo mayor jugaba un partido de fútbol. Tiene siete años, con lo cual su categoria es Prebenjamín. Podréis imaginar que los partidos son muy divertidos. Algunos no se saben atar los cordones de las zapatillas (el mío aprendió la semana pasada), otros ni escuchan al árbitro cuando para el partido a golpe de silbato, no saben si tienen que sacar con el pie o con la mano. Unos días marcan 5 y el día siguiente les marcan 8... vamos un cúmulo de situaciones absurdas que en nosotros, los padres que vamos de público, provocan la risa.

Bueno, eso nosotros, los padres de los niños de nuestro equipo.
Hay otras situaciones que no provocan tanta risa, como los comentarios y acciones de algunos padres, madres, abuelos y demás familiares de entre el público. La manera de actuar de algunos entrenadores, dejando a algunos niños en el banquillo porque no juegan tan bien como otros, o animando a humillar al otro equipo cuando ya han marcado 10, 12 ó 14 goles.

En mi opinión, el fútbol en estas categorías sirve para que los niños aprendan a jugar en equipo, a ser limpios en el juego, a divertirse con el deporte. Pero para otros, es sólo una fábrica de pequeñas estrellitas competitivas, de las cuales la inmensa mayoría no pasarán de jugar en el equipo de fútbol sala de cuatro amigos en unas 24h de un día de verano cuando tengan 16, 17 ó 18 años.

El pasado sábado mi hijo hizo algunas faltas. Mal hecho por su parte, que intenta imitar a los profesionales que ve en la tele, y no precisamente en sus acciones violentas, sino en su maestría al jugar. El problema viene porque él no sabe. No es cobarde a la hora de meter el pie y robar un balón, pero volvemos a lo mismo, no sabe, y muchas veces llega tarde y en vez de dar al balón da al pie del contrario. Ésta es una costumbre que deberá eliminar, aprender que hacer faltas no le hace mejor jugador. La labor de su entrenador será enseñarle a evitar estas situaciones y la de los árbitros que le toquen en cada partido, regañarle y mandarle al banquillo si fuese necesario.

No seré yo quien critique a ninguno de los dos. Si mi hijo quiere jugar tendrá que aceptar las normas y cumplirlas.

Lo que no es de recibo es que de entre el público que asistió al partido, única y exclusivamente los familiares de los niños que jugaban el partido, saltó un señor, a recriminar a mi hijo la falta, en una actitud agresiva y amenazante. El árbitro se puso entre él y mi hijo y con "cuatro palabras" se solucionó el incidente.
Esta mañana, en la puerta del colegio, el entrenador del equipo contrario del sábado, se ha dirigido a mi "para enmendarme la plana" porque mi hijo hizo una o varias falta en el partido. De su boca ha salido, que el niño iba a hacer daño, que "se desentendió del balón y fue a por la pierna del contrario" y alguna que otra joyita más. Lo mejor del asunto, es que ha restado importancia a la lamentable intervención del abuelo que saltó al terreno de juego a repartir justicia, perdonando su actuación porque, según este entrenador, "ninguno sabemos cómo vamos a reaccionar si le hacen algo a un hijo nuestro".

Me he sentido frustrada, engañada, dolida en mi condición de madre, y aún más, no podía creer que alguien no viese la claridad de mis argumentos.

En ningún momento he defendido a mi hijo, porque si hizo una falta, debería haber sido castigado por el árbitro, pero sólo eso. Es un juego, un deporte y lo más importante, tiene siete años.

Pero no puedo entender cómo alguien puede defender a un impresentable que salta a una pista con la intención de agredir a un niño por un lance del juego.

Para este entrenador, lo importante era la falta en el juego, nada importaba que el árbitro pitase el final del partido para evitar problemas, que el citado impresentable insultase a mi hijo ante la imposibilidad de abofetearle. Incluso, y según sus palabras, no importa si los familiares de ambos niños se hubieran dado de tortas, eso son minucias.

Lamentable, realmente lamentable.
Lo que más me fastidia ahora, transcurridas casi 12 horas de esta discusión, es haberle dado bola a este señor, que claramente tiene un concepto del deporte y del fútbol base en concreto, totalmente diferente al mío.

jueves, 20 de enero de 2011

Esto merece una mención especial



Poema de mi madre

Niebla de invierno,

fría, gris, misteriosa,

donde se esconden mis miedos

y el escalofrío de un niño

que le cuentan un cuento brujero.

Niebla luminosa

que el sol penetra

deshilachándola en jirones de plata.

Niebla siempre niebla,

paraíso de hadas, gnomos y bestias

de sueños que ya nadie recuerda.


Fama de Bruja



Pues sí, la jodida fama de bruja entre quienes me conocen sigue consolidandose. No es por ti, Antonio, si pudiera seguro que echaba un mal de ojo a los jodidos políticos actuales para que les picase el culo cada vez que meten la pata. No se me ocurre nada peor... jajajaja aunque ya es bastante, no crees? Se iban a rascar más que Nadal.

Pero a lo que iba, hoy he vuelto a disfrutar de la nieba. Hoy sí ha sido disfrutar, he ido a Majadas y el paisaje era maravilloso, foggy a más no poder, como dicen los ingleses. Preciosas encinas desdibujadas por la niebla, solemnes álamos apareciendo según te acercabas a ellos... todo un deleite.

Pues en esas estaba cuando abandonando la carretera de Majadas y tomado la de Jaraíz hacia la A-I ha aparecido de entre la bruma un señor mayor, vestido con pantalones de pana verdes, chaqueta y un sombrero; tendría unos 80 años, no era el "camionero loco" del otro día, pero tenía una sonrisa un tanto extraña y ya me ha jodido el idílico paseo en coche cuando me ha sonreído y me ha dicho adios con la mano. Coño! que yo no creo en fantasmas y esas cosas... pero, ¡¡si parecía el abuelo de "la novia de la curva de la muerte" esa que hay en casi todos los pueblos!!!

Por cierto, si hay algún abuelo perdido, que también lo he pensado, ya sabéis dónde está, dad la voz de alarma.

miércoles, 19 de enero de 2011

Pepito y los Auriculares de Oro









Érase una vez un niño llamado Pepito que era hijo de un humilde carpintero. Pepito vivía en un reino en el que todos eran pobres porque el malvado rey Zapatuquis y sus cortesanos eran unos caprichosos que no sabían más que gastar todo el oro de las arcas del reino, que obtenían mediante impuestos excesivos a sus ciudadanos.
Pepito y su familia se buscaban la vida recogiendo frutos y hierbas comestibles del bosque, hacían trabajos que sus vecinos les pagaban según iban pudiendo o con trabajos de otro tipo. El padre de Pepito les hacía una mesa y el herrero le fabricaba unas herramientas a cambio. Y así transcurría la vida en casa de Pepito.
Pasaban mucho frío, porque la madera para calentarse se había puesto por la nubes. Habían tenido que vender el burro que tiraba del carro que tenían para trabajar porque no ganaban suficiente para comprar paja para alimentarlo...
Un día, Pepito fue al castillo a llevar unos trabajos de su padre. El rey Zapatuquis y sus cortesanos habían salido a dar un paseo. Todos llevaban unos extraños artilugios colgando de las orejas. Eran de oro.
Pepito pensó:
-"El rey Zapatuquis está perdiendo la cabeza, no que ahora ha decidido que los caballeros lleven pendientes como las damas..."
Uno de los cortesanos, venido de tierras lejanas, viendo la estrañeza con que Pepito le miraba, se acercó y le preguntó:
-"nen, què mires tan sorprès?"
-"Pues verá, señor, me extrañan esos raros pendientes que llevan todos ustedes."
-"no t'estranyis, xiquet, són uns artefactes que ens permeten entendre'ns entre tots els membres de la Cort en la diferents llengües del regne "
-"Vaya, señor, pues es un alivio escucharle decir esto. Por uno momento, pensé que todos llevaban pendientes como las damas. Lo cual supondría un gasto más en la corte y un aumento de los impuesto que recauda el rey entre el pueblo."
-"Bé, no vas mal encaminat, en realitat, nosaltres no hem pagat aquests estranys i cars artefactes, ho paga la Cort amb els diners dels impostos"
-"¡Vaya! Entonces tendrá algún beneficio para el pueblo que ustedes los usen. ¿Será una manera de hacer más llevadera el hambre, el frío y todas la necesidades que sufre el pueblo?"
-"En realitat no.Tan només ens dóna a nosaltres, els cortesans que tenim una altra llengua a més del castellá, a comunicar-nos-hi sense haver d'usar la llengua comuna"
-"Señor, no quisiera yo pecar de impertinente, pero, ¿no nos estamos comunicando su señoría y yo en las dos lenguas entendiéndonos sin necesidad de uno de esos artilugios?"
-"Sí, però hi ha altres cortesans que usen llengües que són difícils d'entendre "
-"¿Y qué hacían éstos antes de tener estos artilugios?"
-"Parlaven en castellà amb el rei"
-"¿Y no podrían seguir haciéndolo y usar el oro gastado en favorecer al pueblo que les mantiene?"
-"Veuràs, xaval, nosaltres els cortesans, tenim necessitats que el poble pla no entén. Necessitem sentir que la nostra identitat nacional no es vulnera, res a veure amb omplir l'estómac amb unes farinetes o una mica de pa amb cervesa."
Pepito agachó la cabeza y prosiguó en su camino.
El pueblo llano tenía necesidades que los cortesanos no podían entender. Los vecinos de Pepito se preocupaban por mantener su trabajo y poder alimentar a sus hijos, por tener un plato de comida caliente sobre la mesa, tener una casa digna en la que poder cobijarse. Usar una lengua u otra para conseguir esto era lo de menos.

(Que cada uno saque sus conclusiones)

viernes, 14 de enero de 2011

Cosas de miedo



¿No os pasa que cuando os encontráis en una situación un tanto tétrica o difícil os da por pensar en cosas ridículas? A mí sí, espero no ser la única.


Ayer fui a ver a mi hermana. Hubo niebla por la mañana hasta después de comer, por la tarde se despejó, se quedó, como dice el refrán "tardecita de paseo", así que monté a mis niños en el coche y me fui con ellos a ver a los primos, por variar, por que estuvieran un ratito juntos, porque ayer no teníamos ni fútbol, ni kárate, ni clases particulares... vamos la tarde libre de compromisos sociales de la apretada agenda de mi niño mayor, el niño chico aún no está tan comprometido.


Sólo había un poquito de niebla en el camino, la cosa iba bien. Quedamos en un parque con un bar al lado que viene de lujo para tomar "un algo" mientras los niños potrean en los columpios. Charlamos, echamos un cigarrito (bueno, lo eché yo), nos pusimos al día de todo desde el último día y cuando casi eran las 7 decidí irme a casa. Monté a los enanos en el coche y enfilé para casa.


La niebla había ido bajando más rápidamente de lo que yo había calculado, así que en cuando salí del pueblo me encontre flotando en un nebulosa grisácea y húmeda. Vamos una "niebla meona del copón" que se dice en mi pueblo. En esta situación, encendí las luces, las antinieblas de delante y las de detrás, casi parecía una feria, lo habría sido si hubiera encendido las luces de emergencia; se me pasó por la cabeza, pero decidí que habría sido excesivo.


Conduje despacio. Creo que es la primera vez que me veo en una de éstas. Cuando vas sola en el coche como que no te acojonan tanto ciertas situaciones, pero llevando a los críos... pues me da un poco más de respeto. He dicho respeto, eh? No iba acojonada, sólo un poco más concentrada de lo habitual, jeje.


Pensé, en este momento debo pensar en cosas agradables, por ejemplo la conversación con mi hermana, las bonitas imágenes que la niebla producía, mejorando muy mucho el paisaje... Pero no, empecé a acordarme de cosas raras, como... "¿y si aparece el famoso "camionero loco" que siempre he oído nombrar en plan de coña cuando vas por una carretera solitaria y oscura?"


Cuando llevaba un rato sin cruzarme con ningún coche pensé... "¿llevo el depósito lleno?Sí; bien, siempre dicen que si te quedas tirado por ahí es mejor llevar depósito lleno para poder estar calentitos dentro del coche?" Coño! que había echado gasoil por la mañana, ¿me lo tenía que preguntar? Seguro que la niebla tuvo algo que ver, tenía "nublada" la memoria. Un rato sin cruzarme con algún coche equivaldría a cinco minutos, porque yendo despacito tarde una media hora hasta mi casa, vamos una eternidad.
Redios, que incluso pensé, "de un momento a otro aparece la luciérnaga de fuego que salía en El Guerrero nº 13", ¡qué "gilipuá"!


Hay otras situaciones que son muy propicias para pensar en cosas tontas, aunque más graciosas que las anteriores, los entierros. Nunca habéis ido a un entierro en el que la conversación va derivando, derivando... hasta que se convierte en una charla animada y divertida. Claro esto pasa cuando no es una muerte traumática para los familiares, o por lo menos no demasiado, una muerte siempre es triste, no me malinterpretéis.


Sé de un entierro en el que velando al finado a las tantas de la madrugada los presentes se pusieron a preguntarse jocosamente si la pierna que le habían amputado al pobre señor la enterrarían con él o aparte. Incluso sé de algunos primos que tras el entierro de su abuelo se fueron de cañas para ponerse al día ya que hacía tiempo que no se veían. El refranero español vuelve a estar de lo más acertado, "el que va de entierro y no bebe vino, el suyo viene de camino". Ahí queda eso.


Si os soy sincera, prefiero echar unas risas en un entierro a pensar en el "camionero loco" mientras conduzco entre la niebla. Debe de ser mi "sospechosa ascendencia irlandesa de adopción".¿No os parecería estupendo celebrar un entierro en vez de sufrirlo? Pues eso, ¡Whisky para todos!