miércoles, 16 de febrero de 2011

Reflexiones del un loco frente a un tablero de ajedrez



Blanco, pastillas, batas, jabón. Negro, tu pelo, tus ojos, mi futuro. Blanco, mi vida, la sala, la camisa de los días malos. Negro, tus pensamientos cuando me miras.
Mi dama negra se mueve por el tablero de mi vida según le place. Sobre mi caballo blanco salta dibujando sillas con mis días. Días buenos, cuadros blancos. Días malos, cuadros negros, camisa blanca.
Tú sólo mi dama negra. La dama blanca me mira de reojo, me da pastillas, me revisa la boca para ver si me las trago, da tres vueltas a la llave por la noche.
Soy el rey del tablero. Soy el rey blanco y el rey negro. Soy el alfil blanco que vela tus sueños cuendo sueñas conmigo. Soy el alfil negro, traidor y mezquino que atormenta tu vida cuando sientes que, pese a todo, aún me quieres.
¿Me quieres? Ven conmigo a la torre blanca, a la de las buenas intenciones. La de me voy a curar, a medicar, donde un batallón de peones de marfil nos mantendrán lejos de las paranoias.
¡Abandóname! Déjame sólo en la torre negra, vigilado por ocho peones negros que aprienten mi inmaculada camisa de fuerza.
No me voy a curar. Jamás volveré a ser el mismo.
Me pierdo. El rey blanco y el negro se ahogan en un remolino de blanco y negro que arrastrado por una gravedad extraña se traga todos los cuadros, los blancos y los negros.
Soy un peón, un peón negro que se interpone en tu camino, mi dama, mi dama negra.
Soy un peón blanco que se sacrifica para despistar a la locura y te ayuda a ganar la partida. La que juegas contra ella, la por fin ganarás si yo desaparezco. Me sacrifico, quiero morir.
Salto de cuadro en cuadro. Blanco, negro, blanco, negro, blanco, negro. Gris. Soy un caballo, qué mas da si blanco o negro. Estoy solo. El tablero y yo.
Dame otra pastilla, dama blanca. La pondré sobre el tablero para que salte conmigo del negro al blanco. Otra pastilla más, dama blanca, que me devuelva a la locura y olvide a mi dama y no sufra por los días que no la veo, por los días que la locura me roba, por los besos que el aire absorbe y no le llegan.
Vete, puta! Me atormentas cada vez que vienes. Déjame solo con mis peones y mis caballos. Déjame en mi mundo en blanco y negro, con mis pastillas y mi camisa blanca. Déjame con mi dama blanca, que me droga y me aturde hasta que no sé si es así de grande o es que la veo doble.
No vuelvas. La torre blanca es este maldito sitio aséptico. Los peones blancos deambulan por miles de cuadros blancos que forman pasillos. Un alfil mira la hora. Yo también. Hoy rey negro con camisa blanca. El tiempo trascurre lento mientras espero a los peones negros que me conduzcan a un carro tirado por dos caballos negros. La torre negra me espera. Mi ataud. Mi salvación. Tu libertad.

2 comentarios:

  1. Me recuerda a un trabajo del Taller. Muy bueno Elena. Como me dé las pesadillas del otro relato, te llamo a las tantas para que me socorras. TRT

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  2. no te recuerda a un trabajo del taller porque sí, es que es un trabajo del taller.
    Por cierto, si tienes pesadillas podemos llamar a mi amigo el de la ambulancia... jijijiji

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